ALIEN: COVENANT
Después de que Prometheus fuera un aviso de lo erróneo que resultaba resucitar la saga Alien por aquellos derroteros, más cercanos a la filosofía y al mundo de lo trascendente que al terror más primitivo, Alien: Covenant, su secuela, nace con la misión de (re)relanzar de nuevo la saga corrigiendo errores y ofreciendo más sangre y tensión, volviendo al origen, pero aun así tropezando en el intento.
La entrada de los
dioses en el Valhalla y El oro del
Rin, de Wagner, el soneto Ozymandias,
referencias a Dios y su creación… para acabar contando un slasher. La saga Alien
sigue obstinada en creerse más de lo que es y en apuntar a ser demasiado
intelectual, demasiado trascendente, cuando lo que el espectador quiere ver es
un tenso y terrorífico relato de terror y angustia rodado con nervio y mala
leche. La sencillez de Alien: El octavo
pasajero era la clave de su éxito, a pesar de que a estas alturas sea una
película sobrevalorada, y entendía que su esencia radicaba en el duelo
bestia-mujer en pasillos oscuros y estrechos. Si por algo se diferencia Alien del resto de subproductos de
asesino en serie y pandilla de adolescentes es por su poderosa factura y
realización, no por otros motivos.
Es cierto que Alien:
Covenant corrige multitud de errores y se vuelca más en la acción y el
entretenimiento puro, pero no puede evitar tropezar dos veces en la misma
piedra con referencias que quedan muy lejos de su naturaleza y repitiendo
errores del pasado que entran directamente en el desarrollo de la historia. El
primero es la estupidez innata de sus personajes. Unos que vuelven a cometer
errores impropios de científicos cualificados, que toman decisiones inesperadas
en una persona de su formación y cargo, y que se muestran tremendamente
ingenuos ante los obvios peligros del planeta que acaban pisando; pero más allá
de su inconsciencia molesta más la incoherencia o ininteligibilidad de sus
motivaciones personales, tomando en algunos momentos decisiones sinsentido y
actuando como pollos sin cabeza camino del matadero.
El guion se antoja como la parte más floja del conjunto por
su incapacidad para generar tensión. No todo es culpa de unos tráilers
machacones destinados a destripar por completo todos y cada uno de los
asesinatos del xenomorfo, sino que pasa olímpicamente de jugar con la
anticipación y recurre a todos los tópicos habituales del género para dar fatal
desenlace a los personajes. Todo es obvio, y el único par de giros no solo no
sorprenden, sino que el espectador es capaz de anticipar con mucho tiempo de
antelación. Desde el principio se echa de menos un objetivo, una misión más
allá que la de salir vivos en la que el Alien juegue el perfecto papel de
villano erigiéndose en principal y temible obstáculo para conseguirlo. El
xenomorfo no es molesto, no es cargante y no tememos su aparición porque los
protagonistas no buscan nada salvo sobrevivir.
Así, pues, solo nos queda la firme dirección de Ridley Scott
como esperanza, puesto que ya ha declarado que habrá al menos dos películas de
Alien más. El veterano realizador sigue sabiendo cómo mantener el pulso, y la película,
a pesar de todos sus errores, se pasa volando y entretiene lo suficiente como
para llegar al desenlace con ganas y no con desidia, pero uno acude únicamente
por la curiosidad de saber cómo será la rampa final de la montaña rusa.
Twitter: @feresbec
Comentarios
Publicar un comentario