VENGADORES: ENDGAME

Vengadores: Endgame (2019) es el cénit de un proyecto histórico; el fin memorable de una era que nos deja desde ya un poco huérfanos. Un fin de fiesta nunca fue tan emocionante y a la vez tan descorazonador


Hablar de Vengadores: Endgame (2019) es sinónimo de hablar del final de un proyecto cinematográfico de descomunales dimensiones que arrancó hace ya 11 años con Iron Man (2008): el denominado Universo Cinematográfico de Marvel; porque esta película que nos ocupa no es solo el inevitable desenlace de Vengadores: Infinity War (2018), sino el cierre de las historias de los principales héroes sobre los que se sustentó este proyecto en sus inicios. Esto nos lleva a hacer un ejercicio de memoria y obligarnos a recordar sus orígenes, desarrollos y las relaciones entre los mismos, porque solo así podremos extraer todo el jugo que esta obra nos ofrece y disfrutar tanto de sus virtudes, que son muchas, como de todos los guiños que enriquecen la película, que suponen un regalo para los fans y un autohomenaje a un ciclo que se cierra por todo lo alto.

Vengadores: Endgame se vive más como evento que como película. No importa tanto lo que se va a ver como el hecho mismo de asistir. Así sucede que sin quererlo se pasan por alto sus defectos y se magnifican sus virtudes, porque uno acude más como protagonista de una fiesta sorpresa que como espectador a una proyección al uso. Es, pues, esa sensación de pertenencia, de comunión grupal, la que hace que nos sintamos diferentes, especiales, como imagino ocurriría en el estreno del Episodio IV de Star Wars, cuando todavía se la llamaba La guerra de las galaxias.

A nivel argumental, a estas alturas resulta prácticamente imposible seguir la trama y disfrutar de su cierre sin haber visto la mayor parte de las sagas que confluyen en Vengadores: Endgame. No solo resulta indispensable haber seguido las andanzas de Iron Man o el Capitán América, para los que los creadores de esta película han reservado la mayor parte de su tiempo y esfuerzo, sino también las de otros más secundarios como Guardianes de la Galaxia o Ant-Man; con lo que esa sensación comunitaria se incrementa más que nunca al identificarse los espectadores, unos a otros, como fieles fervorosos de una misma religión.

En términos generales, Vengadores: Endgame es una película que funciona como la máquina engrasada y eficiente en que se ha convertido el MCU tras todos estos años de éxitos certificados. No corre riesgos y avanza pisando sobre terreno seguro, recurriendo a eventos que despiertan la nostalgia y el cariño por un universo, pero toma decisiones sorprendentemente atrevidas, sobre todo en lo referente a la construcción de los personajes. Los guionistas se han tomado su tiempo para añadir calado y profundidad, sembrando semillas de las que luego recogerán jugosos frutos, pero lo que destaca por encima de todas las cosas es una inteligencia envidiable a la hora de identificar qué es lo que el fan quiere, sin saber que lo quiere, y entregárselo de la manera más sorprendente posible.

Así, aceptando el pacto que nos ofrecen los hermanos Russo y el resto de su equipo, y concediéndoles ese primer tramo extremadamente pausado, se acaba llegando a un punto en el que la espera se ve recompensada y todo se recibe en forma de regalo. Cada guiño, cada muletilla y cada pelea se vive con los pelos de punta y las lágrimas asomando al balcón de nuestros ojos, sobre todo en el clímax y los instantes posteriores, y emerge el sentir de que no habría cabido la posibilidad de presenciar un desenlace mejor para una historia de la que en el futuro podremos presumir de haber vivido en nuestras propias carnes.

Incluso aunque el resultado hubiera sido inferior lo habríamos amado de igual forma, porque en contraposición a Vengadores: Infinity War, donde todo el protagonismo se lo lleva el villano, esta que nos ocupa supone la despedida de nuestros héroes favoritos y les entrega todo el tiempo del mundo para que los que los hemos seguido durante todo este tiempo sintamos que todo está más que cumplido.

Entiendo que puedan existir voces discordantes, críticas con algunas decisiones tomadas con ciertos personajes, o que encuentren agujeros en ciertos puntos de la historia, pero la épica, el humor y la diversión en términos generales, presentes durante toda la función, pesan demasiado como para querer auparse a ver lo que hay al otro lado de la balanza.

Queda al final cierto pesar tras terminar de ver los créditos finales. Todos los desenlaces son tristes en cierto modo, porque suponen despedirse de algo querido y sacar la fortaleza suficiente para emprender nuevos rumbos destinados a buscar revivir esas mismas sensaciones que tan buen recuerdo nos han creado durante todos estos años; pero si depositamos en otras historias la misma confianza prestada a Marvel, seguro que encontraremos nuevos lugares en los que sentirnos como en casa.

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