A GHOST STORY

Casey Affleck y Rooney Mara protagonizan A ghost story, una película nada convencional sobre la pérdida y el olvido

A ghost story (2017), de David Lowery, dura tan solo 87 minutos. Un minutaje muy alejado del estándar cinematográfico actual, asentado en torno a las dos horas, pero lo cierto es que tiene sus motivos. En primer lugar, porque en sí, la trama ocupa apenas dos líneas de texto, y un largometraje exige una duración mínima de aproximadamente 80 minutos; la otra es que, de prolongarse, correría el riesgo de ser una cinta plomiza y dura de visionar.

Lo cierto es que A ghost story está muy alejada del cine convencional y más cerca del contemplativo, asentado principalmente en el poder de la imagen. El cine comercial peca en demasiadas ocasiones de privar al espectador del placer de observar, sumiéndole en una espiral de sucesos trepidantes que le llevan a pasar de puntillas por cada plano. Al contrario, esta película sustenta su fuerza en prolongados tiros de cámara que nos llevan a entrar de lleno en las vidas de los protagonistas, interpretados por Casey Affleck y Rooney Mara.

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Es precisamente en este primer tercio de la película en el que el impacto emocional es mayor. Con una fotografía impecable y un formato de 4:3, la sensación es de estar siendo testigos de un pase de diapositivas de la relación amorosa entre los protagonistas hasta que un terrible suceso les cambia las vidas. A partir de entonces, lo que parecía una historia de amor de pareja se convierte en un drama existencialista con tintes muy ligeros de terror, cambiando la perspectiva de manera radical para poner al espectador en un punto de vista diferente, en el que probablemente nunca antes haya estado.

Así, la película empieza a expandir sus horizontes y a indagar en terrenos más complejos. Hay muchos aciertos, como la sencillez estética que potencia el mensaje y la intención de la cinta; también algunos tropiezos, como la excesiva verbalización en cierto momento de la película; pero al final son más los puntos que la hacen crecer que los que amenazan con echarla abajo.

En definidas cuentas, A ghost story no es para todos los paladares. Requiere paciencia e implicación por parte del espectador, que si ve la película con otros ojos, sabiendo que atiende a un tipo de cine diferente, se verá recompensado por un relato potente y exquisitamente filmado.

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